Tras una semana muy intensa y viajera, anoche pude disfrutar de la última película de Isabel Coixet. Disfrutar es el verbo adecuado. “La librería” es la adaptación de la novela homónima de Penelope Fitzgerald. Al leer la novela, Isabel Coixet se sintió totalmente identificada con el empeño y coraje de la protagonista.
Es una película para amantes del cine y, también, de la lectura, esos dos refugios que tenemos a nuestro alcance para cultivar el espíritu y entretener el tiempo y la imaginación. La interpretación de Emily Mortimer, que encarna a la protagonista, es admirable. La del maduro actor Bill Nighy, no digamos. Las interpretaciones están aderezadas por los diálogos, la fotografía y, como no, por la banda sonora, que se deja oír justo cuando conviene, con algunos momentos jazzísticos que me han llegado al tuétano.
“La librería” es el retrato de la vida a finales de los años 50 del siglo pasado en un pueblo costero británico, con su sempiterno tiempo gris y sus escasas opciones de ocio, más allá de los paseos al borde del mar y, la participación en alguna que otra celebración social. Narra con ritmo y sentimiento la tenaz lucha de una mujer por llevar adelante su sueño, abrir una librería, a pesar de tener a casi todo el pueblo en contra. Repensándolo unas horas después de haberla visto, es un film sobre la imperfecta condición humana y sobre el difícil arte de emprender un negocio.
La condición humana
La envidia, los celos, el cotilleo y la hipocresía son características intrínsecas a la condición humana y están muy presentes en la localidad costera donde transcurre la historia. Esa joven forastera que llegó hace unos años y que sólo quiere cumplir la ilusión de su vida al encontrar lo que considera la casa adecuada para abrir su negocio, se topará con la cerrazón e incomprensión de los habitantes del lugar. Su condición de viuda joven (¡un pecado imperdonable!) le dificultará enormemente sus planes, por la incomprensión social de sus vecinos, comandados por la más poderosa del lugar. La soledad, el coraje y la rebeldía son también protagonistas destacados de la historia. Como dice Carlos Boyero, “Coixet describe todo esto con una delicadeza y un tono cercanos a la orfebrería. Imágenes, diálogos, silencios, pequeños y reveladores gestos conviven en armonía, arropados por una atmósfera magnética y veraz”.
El difícil arte de emprender
Analizada en clave de gestión empresarial (deformación profesional), la historia nace de la ilusión de la protagonista por montar una librería. Es su sueño, porque su feliz pero truncado matrimonio surgió del encuentro fortuito en una librería de Londres con el que se convertiría en su marido. A base de trabajo y tenacidad, logra inaugurar su librería, a pesar de que desde que expresó su deseo de hacerlo, medio pueblo le muestra su rechazo al proyecto, por razones variopintas. La principal opositora a su iniciativa emprendedora es una poderosa aristócrata, quien bajo sus elegantes modales y aparente filantropía esconde a una verdadera arpía. Contra viento y marea, la librera logrará su propósito, con la única ayuda de una niña rebelde y de un (presunto) misántropo. De hecho, la empatía entre estos dos personajes y la librera es especialmente conmovedora. En el pueblo no existe el hábito de leer, excepto en el caso del solitario y hermético misántropo, un personaje que atrapa desde el principio, gracias a la presencia y dotes interpretativas de Bill Nighy. Hay dos escenas protagonizadas por la librera y el viejo lector solitario, una en la inexpugnable y decadente casa del anciano y otra frente al mar, que valen por sí solas la película. Por supuesto, los inicios del negocio son difíciles. Es un pueblo con nula vida cultural y un total desinterés de sus habitantes por los libros. Aun así, poco a poco, la librería irá atrayendo a clientes de pueblos cercanos. Al apostar por un libro recién publicado (‘Lolita’, de Nabokov), la librería vivirá un punto de inflexión que parece catapultar el negocio al éxito. No obstante, la persistente hostilidad de la aristócrata, le complicará la existencia. De forma más implícita que explícita, el film cuenta los avatares de emprender un negocio (financiación, contexto legal, reclutamiento de colaboradores, la motivación de los mismos, marketing, etc).
En resumidas cuentas, “La librería” es una historia de relaciones humanas y de emociones. Merece la pena verla. Y más si se siente algún tipo de veneración por ese extraño objeto llamado libro.