Los caballeros del Congo
En Brazzaville y Kinshasa, respectivamente capitales de la República del Congo y de la República Democrática del Congo, son conocidos como “sapeurs” los seguidores de un movimiento estético cuyas señas de identidad son la elegancia y el estilo (basándose en la moda occidental de otras épocas). El nombre procede de su pertenencia a la SAPE, “Société des Ambianceurs et des Personnes Élégantes”, es decir, la Sociedad de Creadores de Ambiente y Personas Elegantes.
Un poco de antropología. Los “sapeurs” son fundamentalmente hombres. Lucen trajes de colores pastel, muy llamativos, zapatos acharolados, sombreros, fulares y corbatas de seda. Su modo de vida es el dandismo y la exhibición. Van recorriendo las calles como si fueran obras de arte en movimiento, creando un sorprendente choque visual, al destacar espectacularmente sobre un fondo donde predomina la miseria. Los “sapeurs” suelen pasar penurias, pero van impecablemente vestidos (a menudo, alquilan los trajes para unas horas). Aunque a duras penas tengan dinero suficiente para costear sus estilosos trajes, rinden culto al lujo. “Un sapeur congoleño es feliz incluso si no come”, decía uno de ellos, “porque llevando ropa elegante alimentamos el alma y damos placer al cuerpo”. Los sapeurs conforman un movimiento que a través de la apariencia intenta reivindicar su identidad.
Cuentan que el primer “sapeur” fue André Grenard Matsoua (1899-1942), líder político y religioso que regresó de Paris en los años 20 del siglo pasado vestido como un príncipe. Más tarde, en los sesenta, el músico Papa Wemba se sumó a la SAPE y le dio un buen impulso. En las últimas décadas del siglo XX, el movimiento fue decayendo, llegando casi a desaparecer. No obstante, ha resurgido con fuerza en el siglo XXI gracias al impacto que tuvo en 2009 el libro “Gentlemen of Bacongo” en el que los “sapeurs” quedaron retratados e inmortalizados por el fotógrafo italiano Daniele Tamagni. Bacongo es el distrito de Brazzaville donde la SAPE tiene más seguidores.
Los “sapeurs” siguen un código a la hora de vestir (por ejemplo, está prohibido combinar más de tres colores) y también a la hora de comportarse (están en contra de las drogas y de la violencia). Los auténticos “sapeurs” al menos una vez en la vida deben viajar a París (es su Meca particular). Por mucho esfuerzo y dinero que les cueste viajar a la capital francesa, al llegar allí destinan todos sus ahorros a comprar esa ropa tan anhelada en tiendas de lujo. Los trajes de Yves Saint Laurent, Jean Paul Gaultier y Armani están entre los más demandados. En cuanto a los zapatos, la exclusiva marca francesa Weston y la británica Church’s se llevan la palma. Y no se toleran imitaciones. Cuando consiguen su sueño parisino, los “sapeurs” regresan al Congo como si bajaran del cielo, vestidos con trajes caros, tocados con sombreros y envueltos entre fulares. Son capaces de invertir en ello el dinero que puedan apartar durante años (del mismo modo que en Europa o Estados Unidos un modesto trabajador puede estar años ahorrando para comprarse una Harley Davidson porque es el sueño de su vida).
Alegría de vivir. Resulta fascinante y admirable la energía y alegría de los “sapeurs”. Mantener la dignidad, el orgullo y la elegancia en cualquier circunstancia es una de sus normas. Formar parte de la SAPE les permite “huir” unas horas cada cierto tiempo de su propia cotidianeidad, destacando del contexto, alegrando a otros (son “creadores de ambiente”) y “embriagándose” del festival de colores y dandismo que protagonizan…
El movimiento de la SAPE es una forma de combate contra la miseria y las circunstancias difíciles. Ser “sapeur” significa desafiar a la miseria, a la morosidad, a la falta de necesidades básicas…. ¿Cómo? Con energía, con clase, con elegancia y con alegría. Significa concederse la posibilidad de soñar en un contexto que en principio no lo permite. Todos los congoleños son conscientes de ello y por eso aceptan, admiran y reconocen a los “sapeurs”, que se han convertido en un verdadero símbolo y fenómeno nacional.
La necesidad de diferenciarse. Esa parece ser la motivación de los “sapeurs”. ¿Diferenciarse de qué o de quién? 1) De los demás: a través de este movimiento –que vendría a equivaler a nuestras tribus urbanas- logran salirse de la norma y destacar frente a la mayoría. Hay que tener en cuenta que prevalecen los jóvenes y éstos, en cualquier lugar del mundo, aspiran a afirmar su identidad, alejándola lo más posible de la de los adultos 2) De lo que ellos mismos son: también quieren diferenciarse de ellos mismos, de su realidad anodina y gris. Los “sapeurs” luchan contra la miseria a través de la estética, por paradójico que pueda parecer. Esta ideología, si se puede tildar de tal, parece que floreció durante la época colonial francesa, en la década de 1920. Por aquel entonces era práctica habitual que los aristócratas franceses regalaran su vestimenta “démodée” a los esclavos. Para los congoleños sometidos al colonialismo, la ropa se convirtió así en un arma con la que combatir su propia realidad: al vestirse de dandis, sentían que recuperaban la dignidad y el honor arrebatados por los franceses. Los sapeurs se regodean afirmando que “el hombre blanco inventó la vestimenta, pero nosotros la convertimos en un arte”.
Como analiza la periodista chilena María José Pavlovic, autora de un documental sobre los “sapeurs”: “se trata de que, a partir de lo superficial, te transformes en lo esencial y adquieras ese (aparente) poder y prestigio de los otros”. Por tanto, el movimiento “sapeur” parte de un planteamiento 100% aspiracional. “Vístete no como eres, sino como deseas ser”, decía recientemente en una entrevista una experta en moda. Los «sapeurs» congoleños siguen a pies juntillas ésta máxima. Y ese empeño -al que dedican su tiempo, su poco dinero y su vida- es digno de elogio porque les reporta diversión, felicidad y sensación de plenitud.
Fotos: Daniele Tamagni (libro “Gentlemen of Bacongo”)
Interesante, curioso. Leyendo tu texto, sin gran esfuerzo, comprendo, esa actitud en la vida y para la vida, de personas con unas formas de ser y estar, que aún siendome ajenas, EMPATIZO.
Muchas gracias y me alegro de esa empatía!