Enrique de Mora, conferenciante, escritor, biólogo y consultor en ‘Management’, apuesta por la la ilusión y el humor en las empresas
22/10/2016, 11:32 Alberto Gutiérrez
‘Enrique de Mora cree que “España es un país de cabreados”. Alberto Gutiérrez.
Nació en Barcelona pero su abuela era de Almería y venían todos los veranos. “Adoro Cabo de Gata y Clint Eastwood, tan vinculado a esta tierra, es mi referente”, señala. Para De Mora, el actor “siempre ha hecho lo que ha querido, es un espíritu libre y por eso lo admiro”.
Das conferencias sobre el humor y la ilusión en las empresas. ¿Le has quitado las penas a mucha gente?
Intentamos que se den cuenta de que el poder está en ellos. Uno puede hacer mucho más de lo que cree. Se tiende a quejarse de los jefes y yo les digo: ¿vosotros no podéis hacer nada?
Los empresarios te dirán que perfecto, pero que quieren mejorar su cuenta de resultados.
Hay estudios norteamericanos que demuestran que con ilusión y humor se generan mejores resultados. Lo importante en una empresa es tener buenos productos, buenas personas y un buen marketing.
Jiménez Losantos decía que los españoles se despiertan con mala leche. Por las noches unos cuantos se dormían indignados con las denuncias de ‘Supergarcía’. Os lo ponen difícil…
Yo receto lo contrario. Hay que acostarse divirtiéndote, con Buenafuente, con chistes, con lo que sea. España es un país de cabreados permanentes.
Ahí iba yo. ¿Un español indignado es una redundancia?
Pues casi. Se nota mucho conduciendo. Le das un toque a alguien y la primera reacción es salir a dar… Es la furia española, que antes la veíamos en el fútbol y afortunadamente ya no (risas).
¿Es alto el porcentaje de cenizos en una empresa?
Siempre es más alto de lo que debería. Si se rebasa cierto nivel la empresa corre un riesgo. Por otro lado, la filosofía y la cultura de una compañía se crea desde arriba, desde el CEO. Por cierto, ahora todo el mundo es CEO, aunque haya dos personas en la empresa (risas). Te diré que hay sociedades donde el jefe es un déspota y logra que se vayan los que tienen talento. Hay un treinta y seis por ciento de jefes tóxicos en España.
¿Cómo debe ser un buen jefe?
Debe buscar el equilibrio entre exigir y dar. La gente debería ir ilusionada a trabajar. España es el segundo país europeo que más invierte en lotería. A los que tienen ilusión por dejar de trabajar gracias a la lotería, lo que conlleva una pequeñísima probabilidad, yo les digo que busquen, en cambio, la ilusión por trabajar, que siempre será más fácil. Yo no pienso que la felicidad sea permanente. Viene en pequeñas dosis. Una empresa debe aspirar a momentos de felicidad.
En un pueblo andino de Ecuador me decían que pretendían tener sanidad y educación y poco más. Aquí queremos otras cosas…
Fui mucho a Ecuador. Allí tienen la sabiduría de la vida. Lo más importante es eso, efectivamente. Lo de la ilusión y el humor lo aprendí cerca, en Brasil, hace unos años. Estábamos en unas jornadas y ponían música y entrábamos a las salas bailando. Me inspiró muchísimo.
¿Hay miedo a ser feliz?
Hay miedo a no ser permanentemente feliz. Con treinta años descubrí que los humanos estamos preocupándonos de cosas del futuro que nunca llegan. Se pierde tiempo y energía. Crecer es aprender a gestionar tus miedos y tu energía.
¿Cuáles son los pilares de la felicidad?
En mi libro “¿Quién teme al lobo feroz?” hablo de cuatro: el fracaso sería no intentarlo; gestiona bien tus emociones, las positivas y las negativas; acéptate y cree en ti mismo; ten actitud positiva permanentemente y disfruta de lo que hagas. Y, cómo no, compartir, superar retos, hacer ejercicio, incluido hacer el amor.
La biología también tiene su papel…
Sí, la biología no busca que seamos felices sino que nos perpetuemos y sobrevivamos. Al asociar el placer al sexo o a la comida se motiva a las personas al logro.
¿Debemos aprender algo todos los días?
Sí. Me fascinaba el escritor José Luis Sampedro, que seguía aprendiendo hasta el final de su vida. La curiosidad es un motor para ser mejor persona. Cuando voy con mi hija al cine o al teatro siempre le pregunto qué ha aprendido.